Mi coche ya no es un chaval, y los años en las carreteras del Salnés le han pasado factura. Entre algún que otro roce al aparcar en las calles más estrechas de Cambados, los inevitables arañazos de las silvas en los caminos rurales y, sobre todo, ese brillo que el sol y el salitre del mar se han ido comiendo poco a poco, la verdad es que pedía a gritos una nueva capa de pintura. Así que me puse a la tarea de buscar un buen sitio para devolverle un poco de su antigua gloria y poder pintar coche Cambados.
Lo primero que hice fue lo que se hace siempre en un pueblo: preguntar. Comenté en el trabajo y con un par de vecinos, porque el «boca a boca» aquí sigue siendo la mejor guía. Enseguida salieron dos o tres nombres de talleres, algunos en el polígono de Sete Pías y otros más cerca del centro. Todos me decían lo mismo: «Ve y pide presupuesto, pero sobre todo, fíjate en cómo trabajan».
Con esa lista mental, me dediqué a hacer mi propia investigación online, más que nada para ubicar las direcciones exactas y buscar alguna opinión si la había. Después, empecé mi pequeña ruta de visitas. En el primer taller me atendieron muy rápido, le echaron un vistazo general al coche y me dieron una cifra casi al instante. Fue eficiente, pero quizás un poco frío.
En el segundo, la cosa cambió. El dueño, un hombre ya con años de experiencia, salió conmigo a ver el coche. Se tomó su tiempo, pasó la mano por los bollos más pequeños, me señaló un punto de óxido incipiente que yo ni había visto y me explicó todo el proceso: el lijado completo, la imprimación, las capas de pintura y el lacado final en la cabina. Me habló de la importancia de desmontar las molduras y los faros en lugar de simplemente empapelarlos.
No me dio el presupuesto más barato de los tres que pedí, pero la confianza que me transmitió fue decisiva. Me enseñó un coche que estaban a punto de entregar y el acabado era impecable. Se notaba el orgullo en su trabajo. Al final, no me he decidido solo por el precio, sino por esa sensación de que tu coche va a estar en manos de un artesano que se preocupa por el detalle.
Ahora mismo, mi coche está en el taller. Ya he dejado el depósito y me han dado un plazo de una semana. Y aunque se hace raro no tenerlo aparcado en la puerta, estoy realmente ilusionado con la idea de volver a verlo brillante y reluciente, como si acabase de salir del concesionario.